Gracias

El concierto de ayer fue sencillamente emocionante.

Ya traíamos muchas emociones puestas de camino a Tudela. En el autobús muchos repasábamos las partituras que íbamos a cantar en un intento de terminar de aprehender la esencia y el alma que se había puesto en cada una de esas notas para transmitirla después.

Una vez llegados a nuestro destino descubrimos el lugar donde íbamos a cantar, la iglesia de la Compañía de María. Un lugar precioso y hasta diríase mágico.

Muchos de nosotros no conocíamos esta iglesia, pero todos tuvimos la sensación de entrar en una cajita preciosa, como si de un joyero antiguo se tratara. Recogidita, dorada y preciosa.

Entramos con el respeto y la admiración que despierta entrar en un sitio que nada más verlo se palpa que es algo extraordinario. Un pequeño tesoro escondido que se abría a nuestros ojos y nos acogía, tan especial como lo que iba a acontecer apenas un rato más tarde.

Entre las lecturas de Pepe Alfaro y nuestras voces entablamos un diálogo musical con aquel espacio que nos devolvía y nos abrazaba con la vibración y la emoción de cada nota y cada palabra a través de los rostros de los que allí fueron a escuchar.

No había mucha gente pues, como hemos dicho, la iglesia de la Compañía es una pequeña bombonera, pero los privilegiados que allí estuvimos salimos llenos de un “noséqué”, embriagados de música, conmocionados, pero felices. Un torrente de sentimientos y sensaciones nos traspasó y nos inundó.

Y eso se lo debemos a ése que en la intimidad de su hogar, en solitaria labor y a menudo con cierta nocturnidad, dibuja en los pentagramas melodías que son un placer para el que canta y para el que escucha. Por eso, de corazón…

GRACIAS, Mariano.

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